domingo, 11 de noviembre de 2012

Agustín García Calvo


Dos sonetos

Enorgullécete de tu fracaso,
que sugiere lo limpio de la empresa:
luz que medra en la noche, más espesa
hace la sombra, y más durable acaso.
No quiso Dios que dieras ese paso,
y ya del solo intento bien le pesa;
que tropezaras y cayeras, ésa
es justicia de Dios: no le hagas caso.
¿Por lo que triunfo y lo que logro, ciego,
me nombras y me amas?: yo me niego,
y en ese espejo no me reconozco.
Yo soy el acto de quebrar la esencia:
yo soy el que no soy. Yo no conozco
más modo de virtud que la impotencia.

Pero no cejes; porque no se sabe
cuándo pierde el amor, dónde la tierra
volteando camina, ni qué encierra
mensaje del que nadie tiene clave.
Pues el Libro Mayor (y eso es lo grave)
del Debe y el Haber nunca se cierra,
y acaso acierte el que con tino yerra;
ni es nada el mundo hasta que el mundo acabe.
Si te dicen que Dios es infinito,
di que entonces no es; y si finito,
que lo demuestre pues y que concluya.
Pero no hay Dios ni hay Ley que a contradanza
no se pueda bailar. Tu muerte es tuya.
Tu no saber es toda tu esperanza.

AGUSTÍN GARCÍA CALVO (Zamora, 1926 - Zamora, 2012)

VER: El Cultural

martes, 30 de octubre de 2012

León Felipe

Vencidos
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar...
Y ahora ociosa y abollada
va en el rucio la armadura,
y va ocioso el caballero,
sin peto y sin espaldar...
va cargado de amargura...
que allá encontró sepultura
su amoroso batallar...
va cargado de amargura...
que allá «quedó su ventura»
en la playa de Barcino, frente al mar...
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar...
va cargado de amargura...
va, vencido, el caballero
de retorno a su lugar.
Cuántas veces, Don Quijote,
por esa misma llanura
en horas de desaliento
así te miro pasar...
y cuántas veces te grito:
Hazme un sitio en tu montura
y llévame a tu lugar;
hazme un sitio en tu montura
caballero derrotado,
hazme un sitio en tu montura
que yo también voy cargado
de amargura
y no puedo batallar.
Ponme a la grupa contigo,
caballero del honor,
ponme a la grupa contigo
y llévame
a ser contigo pastor.
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar...

LEÓN FELIPE (Tábara, Zamora, 1884- Ciudad de México, 1968)

martes, 25 de septiembre de 2012

Benjamín Prado


Asomado al balcón que soy yo porque te amo...


                                                               Marsella, 1986

 
Benjamín Prado, Rafael Alberti y Luis García Montero (c. 1979)


Asomado al balcón que soy yo porque te amo,
pasas por mis recuerdos
igual que se atraviesa una casa vacía.
Frente a mi soledad
se alza seriamente
un viejo panorama de edificios sin luna:
luces suaves
de esta madrugada
con gente triste y niebla en las glorietas.
Luces brillantes de la madrugada.

Te quedas en Madrid. A mí me esperan
casas cerca del mar,
ese cansancio azul de los hoteles,
los cuartos alquilados
donde alguien ha muerto alguna vez.
No pasarán,
                          los días,
                                            tan despacio.

Pero vendrán las lluvias,
la nostalgia creciendo
como crece el amor en épocas de guerra.
Alguien recordará, seguramente,
el largo invierno del ochenta y seis.


BENJAMÍN PRADO (Madrid, 1961)

De "El corazón azul del alumbrado" (1991)

PROPUESTO POR: Elena Alarcón Sánchez, antigua alumna del IES Blas Infante

martes, 26 de junio de 2012

Federico García Lorca

Balada de un día de julio



Esquilones de plata
llevan los bueyes.
¿Dónde vas, niña mía,
de sol y nieve?
Voy a las margaritas
del prado verde.
El prado está muy lejos
y miedo tiene.
Al airón y a la sombra
mi amor no teme.
¿Teme al sol, niña mía,
de sol y nieve?
Se fue de mis cabellos
ya para siempre.
¿Quién eres, blanca niña?
¿De dónde vienes?
Vengo de los amores
y de las fuentes.
Esquilones de plata
llevan los bueyes.
¿Qué llevas en la boca
que se te enciende?
La estrella de mi amante
que vive y muere.
¿Qué llevas en el pecho
tan fino y leve?
La espada de mi amante
que vive y muere.
¿Qué llevas en los ojos,
negro y solemne?
Mi pensamiento triste
que siempre hiere.
¿Por qué llevas un manto
negro de muerte?
¡Ay, yo soy la viudita
triste y sin bienes!
Del conde del Laurel
de los Laureles.
¿A quién buscas aquí
si a nadie quieres?

Busco el cuerpo del conde
de los Laureles.
¿Tú buscas el amor,
viudita aleve?
Tú buscas un amor
que ojalá encuentres.
Estrellitas del cielo
son mis quereres,
¿Dónde hallaré a mi amante
que vive y muere?
Está muerto en el agua,
niña de nieve,
cubierto de nostalgias
y de claveles.
¡Ay! caballero errante
de los cipreses,
una noche de luna
mi alma te ofrece.
Ah Isis soñadora,
niña sin mieles,
la que en boca de niños
su cuento vierte.
Mi corazón te ofrezco,
corazón tenue,
herido por los ojos
de las mujeres.
Caballero galante,
con Dios te quedes.
Voy a buscar al conde
de los Laureles…
Adiós mi doncellita,
rosa durmiente,
tú vas para el amor
y yo a la muerte.
Esquilones de plata
llevan los bueyes.
Mi corazón desangra
como una fuente.




FEDERICO GARCÍA LORCA (Fuente Vaqueros, 1898- Granada, 1936)

lunes, 18 de junio de 2012

Jaime Gil de Biedma


NOCHES DEL MES DE JUNIO

Alguna vez recuerdo
ciertas noches de junio de aquel año,
casi borrosas, de mi adolescencia
(era en mil novecientos me parece
cuarenta y nueve)
porque en ese mes
sentía siempre una inquietud, una angustia pequeña
lo mismo que el calor que empezaba,
nada más
que la especial sonoridad del aire
y una disposición vagamente afectiva.

Eran las noches incurables
y la calentura.
Las altas horas de estudiante solo
y el libro intempestivo
junto al balcón abierto de par en par (la calle
recién regada desaparecía
abajo, entre el follaje iluminado)
sin un alma que llevar a la boca.

Cuántas veces me acuerdo
de vosotras, lejanas
noches del mes de junio, cuántas veces
me saltaron las lágrimas, las lágrimas
por ser más que un hombre, cuánto quise
morir
o soñé con venderme al diablo,
que nunca me escuchó.
Pero también
la vida nos sujeta porque precisamente
no es como la esperábamos.

JAIME GIL DE BIEDMA (Barcelona 1929-1990)

Ver: Diario EL PAÍS

lunes, 11 de junio de 2012

Luis de Góngora



La más bella niña

La más bella niña
de nuestro lugar,
hoy viuda y sola
y ayer por casar,
viendo que sus ojos
a la guerra van,
a su madre dice
que escucha su mal:
Dexadme llorar,
orillas del mar...
Pues me diste, madre,
en tan tierna edad
tan corto el placer
tan largo el penar,
y me cautivastes
de quien hoy se va
y lleva las llaves
de mi libertad,
Dexadme llorar,
orillas del mar...
En llorar conviertan
mis ojos de hoy más
el sabroso oficio
del dulce mirar,
pues que no se pueden
mejor ocupar
yéndose a la guerra
quien era mi paz,
Dexadme llorar,
orillas del mar...
No me pongáis freno
Ni queráis culpar;
que lo uno es justo,
lo otro por demás.
Si me queréis bien
no me hagáis mal;
harto peor fue
morir y callar.
Dexadme llorar,
orillas del mar...
Dulce madre mía,
¿quién no llorará,
aunque tenga el pecho
como un pedernal,
y no dará voces
viendo marchitar
los más verdes años
de mi mocedad?
Dexadme llorar,
orillas del mar..
Váyanse las noches,
pues ido se han
los ojos que hacían
los míos velar;
váyanse, y no vean
tanta soledad
después que en mi lecho
sobra la mitad.
Dexadme llorar,
orillas del mar...

LUIS DE GÓNGORA Y ARGOTE (Córdoba, 1561-1627)

lunes, 4 de junio de 2012

Benjamín Prado


    NO
    No es entregar el mundo al poder de la usura.
    No es prohibirle el médico que cure al inmigrante.
    No es sacarle a Alemania el cubo de basura.
    No es mandar policías contra los estudiantes.

    No es que sean los ricos los que escriben las leyes.
    No es que paguen los pobres lo que debe el banquero.
    No es hacerse los ciegos cuando pasan los reyes.
    No es convertir la empresa en la cárcel del obrero.

    No es echar de su casa al que vive entre ruinas.
    No es cobrarle al enfermo por usar la ambulancia.
    No es recortar maestros, ni negar medicinas,
    ni utilizar las crisis para marcar distancias.

    No es caminar encima de los desempleados.
    No es encontrar petróleo dentro de la desgracia.
    No es dar de beber sangre al lobo de los mercados.
    Eso no es hoy, ni ha sido nunca la democracia.

BENJAMÍN PRADO (Madrid, 1961)

lunes, 28 de mayo de 2012

Álvaro Luque Amo



LA MEMORIA

J.L.B.

Estas aceras, como la desértica
playa de Camus, como el silencioso
desierto de Ballard, no desembocan
en nada que puedas llamar lugar,
en nada que debas llamar lugar,
sólo son las difuminadas líneas
de este pentagrama de nombre orbe;
y nosotros, grises notas, trazamos
nuestra triste y efímera figura
por las infinitas calles del centro,
esperando siempre sin esperar,
prolongando el improlongable drama,
derramando el consabido llanto
de esta fugaz canción.

Sólo una cosa no hay, es el olvido.

ÁLVARO LUQUE AMO (Córdoba, 1990), Cuatro de octubre, premio Félix Francisco Casanova 2010.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Pablo Neruda




Poema 20

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: “La noche esta estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos”.

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

PABLO NERUDA (Parral, 1904- Isla Negra, 1973)

martes, 15 de mayo de 2012

William Wordsworth

ELLA VAGÓ POR CAMINOS...


Ella vagó por caminos nunca hollados,
junto a las fuentes de Dove,
una doncella a quien nadie podía admirar
y muy pocos amaban:

¡una violeta entre la piedra musgosa
medio escondida para la vista!
Encantadora como una estrella, cuando
resplandece solitaria en el cielo.

Vivió anónima, y pocos advirtieron
que Lucy dejó de existir;
pero ella está ahora en su tumba, y, oh,
¡qué gran diferencia para mí!

Traducción:  Gonzalo Torné

WILLIAM WORDSWORTH (Cockermouth, 1770- Cumberland, 1850), La abadía de Tintern y otros poemas, Barcelona, Lumen, 2012.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Pedro Garfias



Anfiteatro
A Manolo Roldán

Todo el azul del cielo
volcado en la montaña
El automóvil sentado
en la cuneta descansando
           La raya blanca
que trazó en el papel aquel niño
Y el horizonte bombardeado
HASTA EL SOL
en el monte barrenado
Vuela la moto
ente una bandada de pájaros
que le disputan el campeonato
Y los árboles vuelven la cabeza
asustados
La niña morena
arroja la flor roja de su frente
que el avión cansado
recoge con el pico
Salen los aeroplanos de sus nidos
y hacen sus cabriolas
colgados
            de los huellos
                                 azules
                                         de los pájaros
Yo aquí desde la nube lo veo todo
Además
no tiene muelles mi butaca

    Y
          AÚN
                     LAS
                             ES
                                 TRE
                                        LLAS

TIENEN HÉLICES


PEDRO GARFIAS (Salamanca, 1901-Monterrey (México), 1963)

viernes, 27 de abril de 2012

Fabio Morábito



Época de crisis

Este edificio tiene
los ladrillos huecos,
se llega a saber todo
de los otros,
se aprende a distinguir
las voces y los coitos.
Unos aprenden a fingir
que son felices,
otros que son profundos.
A veces algún beso
de los pisos altos
se pierde en los departamentos
inferiores,
hay que bajar a recogerlo:
"Mi beso, por favor,
si es tan amable".
"Se lo guardé en papel periódico".
Un edificio tiene
su época de oro,
los años y el desgaste
lo adelgazan,
le dan un parecido
con la vida que transcurre.
La arquitectura pierde peso
y gana la costumbre,
gana el decoro.
La jerarquía de las paredes
se disuelve,
el techo, el piso, todo
se hace cóncavo,
es cuando huyen los jóvenes,
le dan la vuelta al mundo.
Quieren vivir en edificios
vírgenes,
quieren por techo el techo
y por paredes las paredes,
no quieren otra índole
de espacio.
Este edificio no contenta
a nadie,
está en su época de crisis,
de derrumbarlo habría
que derrumbarlo ahora,
después va a ser difícil.

FABIO MORÁBITO (Alejandría, 1955)

(Nota: La imagen pertenece al cuadro Ventanas encendidas, de E. Hopper, que ilustra la cubierta de la antología de Visor) 

martes, 24 de abril de 2012

Francisco Ferrer Lerín


FÁMULO

Vacas de vientre
hijos de tus bragas y bueyes de tus vacas
brabán
barras de jabón roídas por los lobos
la condición del finado
señala en el toque a muerto
la campana
músculos del campo
vacas
los mulos y aquellos bueyes
cantón.

Qué habrá de comer
quizá canguingos y patas de peces
la noche produce rüidos extraños
a hurtadillas mamar a las cabras
también a las vacas
la tierra vaca
niños que sorben
clandestinos
huevos de gallinero haciendo agujeritos
vocativos de afecto
galán
amante
querido
el señor Eliazar,
de Castellanos,
vende cebollas coloradas.

Bollo maimón
pan de farinato
cazador de tendencias
(no se empleaba entonces la palabra viento)
garbanzos torrados
piedra de manteca
lanzaban su relincho
mujeres relinchando
ese jirijeo grito de la fiesta
lítote
práctica que pertenece al pasado
insoportable hedor que produce desórdenes mentales
uno de los bueyes conoció la sangre
pendejo
costumbres livianas
vieron grupos de pobres
rastro de penuria
cuando lo encontraron
matrimonio invasivo
eran los ratones
royendo las orejas.


Poema de Francisco Ferrer Lerín (Barcelona, 1942), del libro Fámulo (Barcelona, Tusquets, 2009).

VER:  http://juanantoniobernier.blogspot.com.es/2012/02/musculos-del-campo.html





martes, 10 de abril de 2012

Antonio Colinas



Córdoba arde eternamente sobre un río de fuego



  En este edificio, que había sido mansión romana y palacio  árabe, luego se estableció la Inquisición desde 1490 hasta 1821.                                                   (De una guía de la ciudad)


(Viendo la muchedumbre de papeles y libros sediciosos
que nos vienen de Francia, convendría que todos
fuesen quemados. Y otro tanto se haga
con los que hablan de gramática, retórica o dialéctica
(o cuantos nos contagien con esta pestilencia.
)
Y en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo
empezaron a arder los libros de la Ciencia,
a cegarse los arcos, a abrirse en los muros
la sonrisa de acero de las verjas,
a razonar desde la sinrazón,
a vivir desviviéndose.
Durante cuatro siglos aquí tuvo su sede
la Santa Inquisición. (Acudimos al breve
remedio a que, en conciencia, estamos obligados
para aplacar a nuestro Señor, que está ofendido,
pues están estos reinos cercados de enemigos
.)
Las soberbias estatuas de mármol sin cabeza
comenzaron a cimentar los muros
de conventos y ermitas. Con un templo querían
ocultar otro templo. No sabían que todo
espacio es sagrado cuando se está pensando
en la Divinidad.

Durante cuatro siglos la vida fue una historia
enterrada en el sueño de frescos y mosaicos.
Dejó el agua de ser en los jardines agua
para pasar a ser agua bendita.
Mas no podían contener los muros
la fiebre de la sangre, y en el aire
el azahar arrastraba aún los besos
de los siglos pasados. (El justo Dios discierne
la vida de los hombres haciendo a unos siervos
ya otros Señores para que la licencia
y el mal obrar del siervo la reprima el poder
de los que le dominan
.)


Quisieron ir sembrando en el verdor ceniza,
sepultar los aromas de la luz en las fosas,
someter cada cosa a la monotonía
de la espada y el dogma,
pero bajo la tierra había resonancias
de músicas, y cascos sobre los empedrados,
provocación de rosas oscuras y jazmines,
labios que musitaban en las diversas lenguas,
los rumores nocturnos de acequias y de cedros.


(¡Oh virtuosa, magnífica guerra,
en ti las querellas volverse debían!
Esforzábase el obispo -¡Dios qué bien lidiaba!-
dos moros mató con lanza y cinco con espada.
¡Qué maldita canalla! ¡Perros herejes, ministro
soy de la Inquisición Santa
! Y hervía el aire
infectado de negras oraciones,
fueron llenando todos los rincones de cruces
y, desde entonces, el limoso curso
del río no ha cesado de ir sobrecargado de lujuria.
Durante cuatro siglos aquí tuvo su sede
la Santa Inquisición,
pero bajo las losas crecían los rosales
de la verdad, se abrían paso los manantiales,
continuaba incesante el abrazo
de los amantes muertos. (Señor, Señor,
corrigiendo hemos ido tu obra,
la hemos fundamentado
sobre la autoridad, el misterio, el milagro
).
De pozos secos, de estanques cegados
por las piedras asciende la tormenta
negra de los relinchos de miles de caballos
y el sabio, indomable, como tormenta guarda
celoso en el centro de su cerebro toda
la verdad recibida de la Naturaleza.


Había cansinas músicas y rancias oraciones
derrotadas por cada atardecer morado
y vaciaba el cielo sus estrellas mojadas
en la yerba piadosa que no sabe de dogmas.
(Que los delitos son: el ser judaizante o morisco,
el pecado de la fornicación, blasfemia,
brujería, herejía y sean los castigos:
cárcel, confiscación o sambenito,
reprimenda, galeras o destierro,
azote, suspensión, despedida, hoguera..
.)
Uno a uno destrozan los frisos y cercenan
las columnas rosadas, mas de ellas va saltando
la sangre como fuente y en los muñones roídos
de cada capitel las zarzas siembran gozo
y ocultan el pecar furtivo de los jóvenes.
Sueños de Oriente y sueños de Occidente
eran un solo sueño en los jardines
de esta ciudad cuando llegó la Santa
Inquisición. (Los leños, la bayeta,
cera amarilla, obra de tablado y cadalso,
milicia y pintado de esfinges, las toquillas,
la cera y las largas túnicas con sus cruces,
comida para el Santo Tribunal y Ministros..
.)

Vendan los ojos, atan lentamente las manos
a argollas y maderos,
pero la vida aúlla dentro de cada cárcel
como un enorme animal herido.
Y esa incesante pira que alzan en las plazas,
va avivando mil fuegos de libertad serena
en cada corazón de los humanos.
(Tras el mucho penar lo sacan y lo arrojan
al suelo y le escupen, le tiran de las barbas,
le dan mil bofetadas, lo llenan de incontables
afrentas y denuestos. Gritan a voz en cuello:
¡Muera el traidor a la patria!



¡Oh ignorancia, cuadrada locura española!
Hoy la ciudad arroja fuego de sus pulmones,
se rebela en sus ruinas contra los nuevos bárbaros,
ve arder jubiloso el mal sueño de ayer,
los huesos calcinados de sus inquisidores.


ANTONIO COLINAS (La Bañeza, León, 1946)

lunes, 2 de abril de 2012

José Alfonso Muñoz Moreno



Otra versión del amor


Se besaron como locos
sin creerse que estaban juntos a solas.
Pasaron la noche
en el refugio de las sábanas
demostrándose cuanto se querían.
Les había costado mucho
el llevar todo esto en secreto,
viéndose a escondidas,
intentando que no se notara su amor;
el que sienten mutuamente
desde la primera vez que se vieron.

La noche parecía no tener fin,
aunque el amanecer era inevitable.
Pronto todo se acabaría.
Su amor era imposible,
no podían amarse así por así,
una idea muy descabellada,
pero no les importaba.
Esa noche no habían sido ellos,
sino la consagración
del amor en estado puro.

Agarrados, se besaban en la cama
y hablaban en susurro:
  • Somos como Romeo y...- dijo Hugo,
  • Como Romeo con Romeo- completó Pablo.


JOSÉ ALFONSO MUÑOZ MORENO (1º Bachillerato A)

miércoles, 28 de marzo de 2012

Patricia Téllez




Sinfonía del silencio


Quiero empezar este poema con sangre,
con el flujo que me identifica como humana,
pues sólo me queda el consuelo,
de unos ojos tristes y una sonrisa atada.

Es el despertar de la bestia,
la desidia que enreda mis sábanas,
arrastrándome hacia una espiral honda.
-     A veces confusa.
Y no entender de donde viene,
la calma que precede al abismo.

Son cientos de rostros, los que a diario atisbo.
Miles de voces que pronuncian mi nombre,
y sólo reconocer el lejano impulso de la rabia…
Romper con y contra todos.

Mis palabras no son más que aliadas,
de un desazón en el pecho,
que crece, por instantes, a cada paso.
Agujas en un mal sueño.

Y mi llanto, impoluto,
vacío y sordo,
es breve murmullo.
Sinuosa brisa que muere.

(Descender para siempre hacia la marea de olvidos.)

PATRICIA TÉLLEZ (2º Bach. E)

jueves, 15 de marzo de 2012

T.S. Eliot

David, de Miguel Ángel (151-1504)

La canción de amor de J. Alfred Prufrock

Vamos, tú y yo,
a la hora en que la tarde se extiende sobre el cielo
cual un paciente adormecido sobre la mesa por el éter:
vamos a través de ciertas calles semisolitarias,
refugios bulliciosos
de noches de desvelo en hoteluchos para pernoctar
y de mesones con el piso cubierto de aserrín y conchas de ostra,
calles que acechan cual debate tedioso
de intención insidiosa
que desemboca en un interrogante abrumador...
Ay, no preguntes: «¿De qué me hablas?»
Vamos más bien a realizar nuestra visita.

En el salón las señoras están deambulando
y de Miguel Ángel están hablando.

La neblina amarilla que se rasca la espalda sobre las ventanas,
el humo amarillo que frota el hocico sobre las ventanas,
lamió con su lengua las esquinas del ocaso,
se deslizó por la terraza, pegó un salto repentino,
y viendo que era una tarde lánguida de octubre,
dio una vuelta a la casa y se acostó a dormir.

Ya habrá tiempo. Ya lo habrá.
Para el humo amarillo que se arrastra por las calles
rascándose sobre las ventanas.
Ya habrá tiempo. Ya lo habrá.
Para preparar un rostro que afronte los rostros que enfrentamos.
Ya habrá tiempo para matar, para crear,
y tiempo para todas las obras y los días de nuestras manos
que elevan las preguntas y las dejan caer sobre tu plato;
tiempo para ti y tiempo para mí,
tiempo bastante aun para mil indecisiones,
y para mil visiones y otras tantas revisiones,
antes de la hora de compartir el pan tostado y el té.

En el salón las señoras están deambulando
y de Miguel Ángel están hablando.

Ya habrá tiempo. Ya lo habrá.
Para preguntarnos: ¿Me atreveré yo acaso? ¿Me atreveré?
Tiempo para dar la vuelta y bajar por la escalera
con una coronilla calva en medio de mi cabellera.
Ellos dirán: «¡Ay, cómo se le está cayendo el pelo!»
Mi saco leva, el cuello que apoya firmemente mi barbilla,
mi corbata, opulenta aunque modesta y bien asegurada por un sencillo prendedor.

Ellos dirán: «¡Ay, qué delgados tiene los brazos y las piernas!
¿Me aventuro yo acaso a perturbar el universo?
En un minuto hay tiempo suficiente
para decisiones y revisiones que un minuto rectifica.

Pues ya los he conocido, conocido a todos:
conocido las tardes, las mañanas, los ocasos;
he medido mi vida con cucharitas de café,
conozco aquellas voces que fallecen en un salto mortal
bajo la música que llega desde el rincón lejano del salón
Entonces, ¿cómo he de presumir?

Pues he conocido ya los ojos, conocido a todos,
los ojos que nos sellan en una mirada formulada
estando yo ya formulado, en un alfiler esparrancado;
bien clavado retorciéndome sobre la pared.
¿Cómo comenzar entonces
a escupir las colillas de mis costumbres y mis días?
Entonces, ¿cómo he de presumir?
Pues he conocido ya los brazos, conocido a todos,
brazos de pulseras adornados, níveos y desnudos
(mas al fulgor de la lámpara cubiertos de leve vello de oro).

¿Será el perfume de un vestido
lo que me hace divagar así?
Brazos sobre una mesa reclinados o envueltos en los pliegues de un mantón.

Entonces ¿habré de presumir?
¿Y cómo he de comenzar acaso?

Diré tal vez: he paseado por callejuelas al ocaso
y he visto el humo que sube de las pipas
de hombres solitarios en mangas de camisa, sobre las ventanas reclinados.

Hubiera preferido ser un par de recias tenazas
que corren en el silencio de oceánicas terrazas.
¡Y la tarde, la incipiente noche, duerme sosegadamente!
Acariciada por unos dedos largos,
dormida, exhausta... o haciéndose la enferma
sobre el suelo extendida, junto a ti, junto a mí.
¿Tendré fuerza bastante después del té y los helados y las tortas,
para forzar la culminación de nuestro instante?
Aunque he gemido y he ayunado, he gemido y he rezado,
aunque he visto mi cabeza (algo ya calva) portada en una fuente,
yo no soy un profeta -y ello en realidad no importa demasiado-
he visto mi grandeza titubear en un instante,
he presenciado al Lacayo Eterno, con mi abrigo en sus manos, reírse con desprecio,
y al fin de cuentas, sentí miedo.

Hubiera valido la pena, al fin de cuentas,
después de las tazas, la mermelada, el té,
entre las porcelanas, en medio de nuestra charla baladí,
hubiera valido la pena
morder con sonrisas la materia,
enrollar en una bola al universo
para arrojarla hacia algún interrogante abrumador.
Poder decir: «Soy Lázaro que regresa de la muerte
para os revelarlo todo, y así lo voy a hacer»...
Y si al poner en una almohada la cabeza, una dijera:
«No. No fue esto lo que quise decir.
No lo fue. De ninguna manera».

Hubiera valido la pena, al fin de cuentas,
sí hubiera valido la pena,
después de los ocasos, las zaguanes, las callejuelas salpicadas,
después de las novelas, de las tazas de té y de las faldas por los pisos arrastradas.
¿Después de todo esto y algo más?
Me es imposible decir justamente lo que siento.
Mas cual linterna mágica que proyecta diseños de nervios sobre la pantalla,
hubiera valido la pena, si al colocar un almohadón o arrancar una bufanda,
volviendo la mirada a la ventana, una hubiese confesado:
«No. No fue esto lo que quise decir.
No lo fue. De ninguna manera».

No. No soy el príncipe Hamlet. Ni he debido serlo;
más bien uno de sus cortesanos acudientes, alguien capaz
de integrar un cortejo, dar comienzo a un par de escenas,
asesorar al príncipe; en síntesis, fácil instrumento,
deferente, presto siempre a servir,
político, cauto y asaz meticuloso.
A veces, en realidad, casi ridículo.
A veces tonto de capirote.

Me vence la vejez. Me vence la vejez.
Luciré el pantalón con la manga al revés.

¿Me peinaré hacia atrás? ¿Me arriesgo a comer melocotones?
Me pondré pantalones de franela blanca
y me iré a pasear a lo largo de la playa.

He oído allí cómo entre ellas se cantan las sirenas.
Mas no creo que me vayan a cantar a mí.
Las he visto nadando mar adentro sobre las crestas de la marejada,
peinando las cabelleras níveas que va formando el oleaje
cuando de blanco y negro el viento encrespa el océano.
Nos hemos demorado demasiado en las cámaras del mar,
junto a ondinas adornadas con algaseojas y castañas,
hasta que voces humanas nos despiertan, y perecemos ahogados.

T.S. ELIOT (EEUU, 1880-Reino Unido, 1965)
Traducción de Luis Zalamea

domingo, 11 de marzo de 2012

Vicente Núñez






Carta de una dama

He pensado a menudo en un verso de Eliot;
aquel en que una dama persuasiva y ajada
sirve el té a sus amigos entre efímeras lilas.

Yo la hubiese querido porque, igual que la suya,
mi vida es una inútil e inacabable espera.
Pero he aquí que es tarde, y ella murió hace tiempo,
y de una vieja carta banalmente perfecta
su recuerdo difunde perenne y raro aroma.

«Londres, mil novecientos siete. Querido amigo:
Siempre estuve segura, lo sabes, de que un día...
Mas trata de excusarme si divago; es invierno
y no ignoras cuán poco me ocupo de mí misma.
Te espero. Los enebros han crecido y las tardes
culminan hacia el río y los rojos islotes.
Soy triste y, si no llegas, un tema de suspiros
hundirá al gabinete, de un raso ajedrezado,
en el inmundo estiércol del tedio y la derrota.
Para ti habrá una torre, un jardín afligido
y unas campanas graves húmedas de armonía;
y no habrá té ni libros ni amigos ni advertencias,
pues yo no seré joven ni querré que te vayas...»

Y esta dama de Eliot, tan dúctil y serena,
se habrá desvanecido también entre las lilas,
y el banderín siniestro del suicidio ardería
un instante en la estancia con su opaco alarido.





De "Los días terrestres" (1957)


VICENTE NÚÑEZ (Aguilar de la Frontera, 1926 - 2002)

lunes, 5 de marzo de 2012

Antonio Gala

 Obra estrenada en el teatro Lara de Madrid un 10 de octubre de 1972 y llevada con éxito a todos los rincones de España.


Alargaba la mano y te tocaba...

Alargaba la mano y te tocaba.
Te tocaba: rozaba tu frontera,
el suave sitio donde tú terminas,
sólo míos el aire y mi ternura.
Tú moras en lugares indecibles,
indescifrable mar, lejana luz
que no puede apresarse.
Te me escapabas, de cristal y aroma,
por el aire, que entraba y que salía,
dueño de ti por dentro. Y yo quedaba fuera,
en el dintel de siempre, prisionero
de la celda exterior.
La libertad
hubiera sido herir tu pensamiento,
trasponer el umbral de tu mirada,
ser tú, ser tú de otra manera. Abrirte,
como una flor, la infancia , y aspirar
su esencia y devorarla. Hacer
comunes humo y piedra. Revocar
el mandato de ser. Entrar. Entrarnos
uno en el otro. Trasponer los últimos
límites. Reunirnos.....
Alargaba la mano y te tocaba.
Tú mirabas la luz y la gavilla.
Eras luz y gavilla, plenitud
en ti misma, rotunda como el mundo.
Caricias no valían, ni cuchillos,
ni cálidas mareas. Tú, allí, a solas,
sonriente, apartada, eterna tú.
Y yo, eterno, apartado, sonriente,
remitiéndote pactos inservibles,
alianzas de cera.
Todo estuvo de nuestra parte, pero
cuál era nuestra parte, el punto
de coincidencia, el tacto
que pudo ser llamado sólo nuestro.
Una voz, en la calle, llama y otra
le responde. Dos manos se entrelazan.
Uno en otro, los labios se acomodan;
los cuerpos se acomodan. Abril, clásico,
se abate, emperador de los encuentros.
¿Esto era amor? La soledad no sabe
qué responder: persiste, tiembla, anhela
destruirse. Impaciente
se derrama en las manos ofrecidas.
Una voz en la calle....Cuánto olor,
cuánto escenario para nada. Miro
tus ojos. Yo miro los ojos tuyos;
tú, los míos: ¿esto se llama amor?
Permanecemos. Sí, permanecemos
no indiferentes, pero diferentes. Somos
tú y yo: los dos, desde la orilla
de la corriente, solos, desvalidos,
la piel alzada como un muro, solos
tú y yo, sin fuerza ya, sin esperanza.
Idénticos en todo,
sólo en amor distintos.
La tristeza, sedosa, nos envuelve
como una niebla: ése es el lazo único;
ésa la patria en que nos encontramos.
Por fin te identifico con mis huesos
en el candor de la desesperanza.
Aquí estamos nosotros: desvaídos
los dos, borrados, más difíciles,
a punto de no ser....¿Amor es esto?
¿Acaso amor es esta no existencia
de tanto ser? ¿Es este desvivirse
por vivir? Ya desangrado
de mí, ya inmóvil en ti, ya
alterado, el recuerdo se reanuda.
Se reanuda la inútil existencia....
Y alargaba la mano y te tocaba.

ANTONIO GALA (Brazatortas, Ciudad Real, 1930)

martes, 28 de febrero de 2012

Ricardo Molina

El tren llega a Puente Genil (Archivo BNE Flickr)


Respuesta

Sentarme al lado tuyo
es como al junco verde el frescor del arroyo
como la rama al ave en el azul flotante.


Y mirarte es igual que morir y vivir al mismo tiempo
llevado en una ola dulce-amarga
que a la vez llora y canta.


¿Te miraré, amor mío.
volveré a mirarte como tú quieres?
Te miraré otra vez,
no lleno de un amor semejante a la jara,
ni como las aguas que pasan
mas con mirada de hombre enamorado.


Te miraré otra vez con mirada de hombre
y sentado a tu lado volveré a estar triste
porque no se abren en nosotros dichosamente las rosas
que duermen soñando
con besos,
porque se ahoga nuestra primavera,
porque somos como tierra estéril donde no hay jara y junco entrelazados,
porque la mirada no calma, sino enciende,
porque el don del cuerpo cuando el alma se ha dado
es el encuentro de dos ríos de ternura,
porque Amor es un dios que no aplacan ofrendas de amistad,
porque el cielo está azul y en las montañas cantan los
pájaros y el viento,
porque estamos tan lejos cuando nuestras vidas debieran fundirse
como dos antorchas de cedro que se consumen en una sola llama,
en la llama del cuerpo y del alma,
del hombre de tierra y de cielo,
de este ser nuestro virginal y terrestre
celestial y culpable y sin embargo bello.


Por eso
te miraré otra vez mas no como tú quieres
porque yo no soy un ser como esos que pasan
y se desvanecen en las páginas de un sueño
sino un hombre que se alza desnudo de la tierra
dorado por el sol, enrojecido y violento,
un hombre que se yergue frente al mundo, de pie,
y te elige entre todos y te llama su amor.


Por eso
te miraré mas no como un espíritu
sino con mirada de hombre que aún tiene en sus manos
el barro de la tierra
te miraré, mas no como al arroyo
sino como se mira a quien se ama.
(Los arroyos no fueron amados todavía por nadie.
Narciso no adoró nunca sus aguas.
Era su propia imagen la que en ellas veía,
y era a ella, a su propia figura, a la que amaba.)


Por eso
yo no te miraré como a la jara
pues la jara, ¿para qué serviría en este bello mundo
sino para aromar el fresco lecho de los amores?


Así yo te amo con amor de hombre.
No se puede esquivar este cuerpo de tierra
tan bello,
los ojos y los labios,
el cuello, las mejillas y los brazos y el pecho
y los pies y las piernas, la cintura y los hombros
y el alma que es en ellos
una segunda piel más sutil y brillante,
el alma que es como un perfume límpido
que delicadamente nos baña todo el cuerpo.


RICARDO MOLINA (Puente Genil, 1917- Córdoba, 1968)

domingo, 19 de febrero de 2012

Luna Miguel





Black water


Pensemos en un hospital lleno de gatos
pensemos, los huesos se comen a los huesos,
las uñas son un gesto
el esqueleto felino
su olor
pensemos en gaviotas y en carroña
en ese color que maúlla
en ese color
como aquel momento sólo como aquel momento
en que las ratas se esconden
miau
miau
se esconden porque el cielo habla de tormentas
o ese momento exacto en que hasta el sol se
marcha y el cielo suena vacío revolviendo la mañana
para que caigan sucios sus copos
ese aquel ese aquel miau ese
pensemos quimioterapias y pulmones
pensemos en derramar nata sobre ciruelas muertas
pensemos en ese y en aquel
el gato está en la silla y se ha portado mal como se portan los mundos
cuando maduran
aquí el mundo ya no crece porque hay vacas que nos guiñan el ojo
y aves defendiéndose del cuchillo
pensemos como ciudades como mujeres como mujeres que olvidan
pensemos en el nombre de Joan-Marc
pensemos la lectura en la cocina
la ternura
ahora
ahora que con las flores me mudo a Marruecos
pensemos en el ruido en el premio
en la siesta de los sábados
pensemos que el hospital está lleno de gatos y no hay manera
no, no hay manera de sacarlos. 

LUNA MIGUEL (Alcalá de Henares, 1990)

lunes, 13 de febrero de 2012

Pere Gimferrer

Venecia (Italia)


Oda a Venecia ante el mar de los teatros

Las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.
                                           Federico García Lorca

Tiene el mar su mecánica como el amor sus símbolos.
Con qué trajín se alza una cortina roja
o en esta embocadura de escenario vacío
suena un rumor de estatuas, hojas de lirio, alfanjes,
palomas que descienden y suavemente pósanse.
Componer con chalinas un ajedrez verdoso.
El moho en mi mejilla recuerda el tiempo ido
y una gota de plomo hierve en mi corazón.
Llevé la mano al pecho, y el reloj corrobora
la razón de las nubes y su velamen yerto.
Asciende una marea, rosas equilibristas
sobre el arco voltaico de la noche en Venecia
aquel año de mi adolescencia perdida,
mármol en la Dogana como observaba Pound
y la masa de un féretro en los densos canales.
Id más allá, muy lejos aún, hondo en la noche,
sobre el tapiz del Dux, sombras entretejidas,
príncipes o nereidas que el tiempo destruyó.
Que pureza un desnudo o adolescente muerto
en las inmensas salas del recuerdo en penumbra
¿Estuve aquí? ¿Habré de creer que éste he sido
y éste fue el sufrimiento que punzaba mi piel?
Qué frágil era entonces, y por qué. ¿Es más verdad,
copos que os diferís en el parque nevado,
el que hoy así acoge vuestro amor en el rostro
o aquel que allá en Venecia de belleza murió?
Las piedras vivas hablan de un recuerdo presente.
Como la vena insiste sus conductos de sangre,
va, viene y se remonta nuevamente al planeta
y así la vida expande en batán silencioso,
el pasado se afirma en mí a esta hora incierta.
Tanto he escrito, y entonces tanto escribí. No sé
si valía la pena o la vale. Tú, por quien
es más cierta mi vida, y vosotros que oís
en mi verso otra esfera, sabréis su signo o arte.
Dilo, pues, o decidlo, y dulcemente acaso
mintáis a mi tristeza. Noche, noche en Venecia
va para cinco años, ¿cómo tan lejos? Soy
el que fui entonces, sé tensarme y ser herido
por la pura belleza como entonces, violín
que parte en dos aires de una noche de estío
cuando el mundo no puede soportar su ansiedad
de ser bello. Lloraba yo acodado al balcón
como en un mal poema romántico, y el aire
promovía disturbios de humo azul y alcanfor.
Bogaba en las alcobas, bajo el granito húmedo,
un arcángel o sauce o cisne o corcel de llama
que las potencias últimas enviaban a mi sueño.
                                                                      Lloré, lloré, lloré
¿Y cómo pudo ser tan hermoso y tan triste?
Agua y frío rubí, transparencia diabólica
grababan en mi carne un tatuaje de luz.
Helada noche, ardiente noche, noche mía
como si hoy la viviera! Es doloroso y dulce
haber dejado atrás a la Venecia en que todos
para nuestro castigo fuimos adolescentes
y perseguirnos hoy por las salas vacías
en ronda de jinetes que disuelve un espejo
negando, con su doble, la realidad de este poema.

lunes, 6 de febrero de 2012

Miquel Barceló




TÀPIES


El més gran mestre de la pintura del meu país: les tres coses, mestre, pintor i català, en grau màxim.
Un home sencer
El peix més gran i més vermell de la tenassa


**********


El mayor maestro de la pintura de mi país: las tres cosas, maestro, pintor y catalán, en grado máximo.
Un hombre de una pieza
El pez más grande y más rojo del arrecife litoral


MIQUEL BARCELÓ (Felanitx, Mallorca, 1957)

viernes, 3 de febrero de 2012

Wislawa Szymborska

Heráclito, por Johannes Moreelse


Nada sucede dos veces...




Nada sucede dos veces
ni va a suceder, por eso
sin experiencia nacemos,
sin rutina moriremos.

En esta escuela del mundo
ni siendo malos alumnos
repetiremos un año,
un invierno, un verano.

No es el mismo ningún día,
no hay dos noches parecidas,
igual mirada en los ojos,
dos besos que se repitan.

Ayer mientras que tu nombre
en voz alta pronunciaban
sentí como si una rosa
cayera por la ventana.

Ahora que estamos juntos,
vuelvo la cara hacia el muro.
¿Rosa? ¿Cómo es la rosa?
¿Como una flor o una piedra?

Dime por qué, mala hora,
con miedo inútil te mezclas.
Eres y por eso pasas.
Pasas, por eso eres bella.

Medio abrazados, sonrientes,
buscaremos la cordura,
aun siendo tan diferentes
cual dos gotas de agua pura.



WISLAWA SZYMBORSKA (1923-2012), "Llamando al Yeti" (1957 ). 

Trad. de Gerardo Beltrán 

martes, 31 de enero de 2012

Luis García Montero

El juez Baltasar Garzón

La farsa

Son malos tiempos para la justicia.

Vengan a ver la farsa,
el decorado roto, la peluca mal puesta,
palabras de cartón y pantomima.

Son malos siglos para la justicia.

No existe majestad en la casa del rey.
Nadie busque su voto
en la tribuna de los parlamentos.

Son malos años para la justicia.

Como el mar no es azul,
los barcos equivocan la cuenta de sus olas.
Como el dinero es negro,
la moneda menguante de la luna
ha pagado el recibo de los trajes nocturnos.

Son malos meses para la justicia.

Se citaron el crimen y el silencio,
no descansan en paz los perseguidos,
el ladrón y el avaro se reúnen
y la ley no responde a la pregunta
de la bolsa o la vida.

Son malos días para la justicia.

Más de cinco millones de recuerdos
naufragan con sus nombres en la cola del paro.
Los vivos han perdido la memoria
y los muertos no tienen donde caerse muertos.

Son malas horas para la justicia.

La política sueña
una constitución en la que refugiarse.
Los periódicos piden
una buena noticia que llevarse a la boca.
El poeta no encuentra
las palabras que quiere para decir verdad,
reparación, justicia,
porque son malos tiempos,
porque los tribunales
se han sentado a cenar en la mesa del rico.

Vengan aquí y observen,
es el tinglado de la nueva farsa,
la toga sucia y el culpable limpio.

LUIS GARCÍA MONTERO (Granada, 1958)

jueves, 26 de enero de 2012

Czeslaw Milosz

Vilnius, capital de Lituania (Wiki)

Elegía para N. N.

Si es demasiado lejos para ti, dilo.
Habrías podido correr sobre las pequeñas olas del Báltico,
atravesar el campo de Dinamarca, la floresta de hayas,
virar hacia el océano, y ya está, cerca,
el Labrador, blanco en esta estación del año.
Tú, que soñabas una isla solitaria,
si temes las ciudades, el parpadeo de los fuegos sobre las autorrutas,
habrías podido tomar el camino de los bosques sordos,
sobre torrentes revueltos y azules, y rastros del ciervo y del reno,
hasta las Sierras, hasta las minas de oro abandonadas.
El Río Sacramento te habría llevado entonces,
por entre las colinas recubiertas de encinas espinosas.
Todavía un bosque de eucaliptos, y estarás en mi casa.

Es cierto, cuando la manzanita florece,
y la bahía es azul en las mañanas de primavera,
yo pienso a mi pesar en la casa entre lagos
y en las redes recogidas bajo el cielo Lituano.
La cabaña donde te despojabas de tu traje antes del baño
se cambió para siempre en un cristal abstracto.
Y en él está la oscura miel de la tarde, junto al balcón,
y las pequeñas lechuzas, graciosas, y el olor de los arneses.

Cómo podíamos vivir entonces, yo no puedo decirlo.
Las costumbres, los trajes, vibran imprecisos,
inconsistentes, tensos hacia el final.
Es tal vez que pensábamos en las cosas tal como son?
El saber de los años fogosos ha enrojecido los caballos ante la forja,
y las pequeñas columnas en el mercado de la aldea,
y los peldaños de madera y la peluca de Mamá Fliegeltaub.

Mucho hemos aprendido, tú bien lo sabes:
cómo nos es quitado, cosa por cosa, todo aquello que no podía ser,
la gente, las comarcas.
Y el corazón no muere cuando uno creyó que debería,
pero sonreímos, el té y el pan sobre la mesa.
Sólo el remordimiento de no haber amado como se debe
esa pálida ceniza de Sachsenhausen
con un amor absoluto, que no está a la medida del hombre.

Tú te has acostumbrado a nuevos inviernos, húmedos,
a la ciudad donde la sangre del propietario alemán
fue raspada de los muros, y a donde él jamás regresó.
Tampoco yo he llevado más de lo que podía, ciudades y país.
No se puede entrar dos veces en el mismo lago,
sobre hojas descompuestas de abedul,
y quebrando una estrecha estría de sol.

Tus faltas y las mías, no fueron grandes faltas,
tus secretos y los míos, no eran grandes secretos.
Cuando te anudan la mandíbula con un pañuelo,
cuando te ponen una cruz entre los dedos,
y a lo lejos un perro ladra, brilla una estrella.

No, no es porque estés tan lejos
que no has venido el otro día, la otra noche.
De año en año madura en nosotros y nos invadirá,
yo, como tú, lo he comprendido: la indiferencia.

Berkeley,1963   

CZESLAW MILOSZ (1911-2004). Trad. de William Ospina