lunes, 17 de marzo de 2014

Eduardo García


 

Aforismos de Las islas sumergidas




Un extraño se embosca en el espejo. Sangre de tu sangre, tu enemigo.
En la asamblea del yo a menudo el presidente está de baja.
Nuestro nombre es un signo vacío. Cada persona con la que nos cruzamos despeja la variable a su manera. Nunca sabremos cuántos hombres designa nuestro nombre.
No confundir jamás la paz con el letargo. Que fluya nuestra calma hacia alta mar.
Los estériles aman las prohibiciones que ni saben ni pueden transgredir.
Para alzar el vuelo lo primero es perder el equilibrio.
La conciencia del ateo es el más cruel tribunal. Sin Dios no hay castigo. Pero tampoco perdón.
Hay canallas tan torpes que acaban por despertar nuestra ternura.
Los que todo lo quieren no reparan en bajas.
El chisme es la pálida chispa de placer con la que han de conformarse los castrados.
Escrutar, en el semblante del ancestro, los rasgos del primate. Y en el espejo al animal domesticado.
Allí donde triunfa la atroz oratoria de los bárbaros, el sabio parece balbucear.
Las parrillas de los medios son las partituras de las conversaciones.
España: ese simpático país en donde todos salen a la calle a celebrar una fiesta perpetua mientras ponen a refrescar en la nevera los cadáveres.
Quien nada afirma queda bien con todos. Pero en vano desenfunda las palabras.
La estadística es la ciencia de la distribución ilusoria de los dones.
Reconocemos la llegada del amor consumado cuando empezamos a sentir la inagotable locuacidad del silencio en compañía.
Los guardianes de la métrica olvidan que un reloj, aunque parezca latir a intervalos regulares, dista mucho de ser un corazón.
La filología es a la poesía lo que la filatelia al género epistolar.
Lectura y escritura: cita a ciegas donde uno solo comparece.
La más taimada traición del escritor, cuando reflexiona, es su habitual empeño en desterrar del discurso la primera persona del singular.
No hay qué ni cuándo si agoniza el para qué.
El sentido común es el lugar común organizado.
Allí donde la voz no alcanza el cuerpo toma la palabra.
Somos la estela de un sueño que la materia se empeña en despertar.
Bajo la superficie de las cosas, su reverso. Ir al encuentro de las islas sumergidas.


EDUARDO GARCÍA, de Las islas sumergidas, Cuadernos del Vigía (2014).

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