domingo, 22 de noviembre de 2015

Ana Villa


Cartel de la película Mary and Max (2009), de Adam Elliot. Foto J. L.A.


Perdida

Primer latido...
La niebla, mi única compañía, en la plaza empedrada
junto con el piqueteo del agua de la fuente
que fluye perezosa
marcando el ritmo de esta madrugada.
Una pequeña figura
se adivina tras la débil muralla acuosa
que nos separa.

Segundo latido...
La sombra adivinada pasa
del boceto trazado en el reflejo de la fuente
a una claridad definida por ojos pardos y redondos
y una larga trenza caramelo.

Tercer latido...
En su vestido blanco, como una estrella inocente
que curiosea en la Tierra, camina
con la calma propia del arco iris que aparece tras la tormenta.

Cuarto latido...
Nos detenemos una frente a la otra,
sus ojos me dicen que no está perdida, sabe a lo que ha venido.
Soy yo la que deambulo por la ciudad, por mi cuerpo, por mi alma
sin objetivo ni conocimiento alguno.

Quinto latido...
No puedo apartar su mirada, me ahogo en sus ojos
y en ese punto helado en el que mis pulmones se inundan,
empiezo a respirar, a recordar, a vivir.
Con cada bocanada de vida que tomo, un recuerdo emerge
de las profundidades de mi corazón y brota aquel sentimiento.

Sexto latido...
Safari en la bañera con Lucía y nuestras fieras de goma,
abrazos de mi amigo José que nunca quería que terminasen,
el primer bizcocho que hicimos mi hermana y yo en la cocina
donde pareció haber nevado, según Mamá...

Séptimo latido...
Y al final de todos esos recuerdos está ella esperándome,
con los brazos extendidos.
¡Cómo la había echado de menos y cómo la quiero!
No volveré a dejarla sola, no se lo merece, la una sin la otra no somos nada.
La abrazo para que me perdone, para que sepa que no es igual sin ella.
Ella lo entiende, lo sabe y me dice con una sonrisa
que siempre ha estado esperándome, que sabía que volvería,
porque la esencia de mi corazón era ella, mi alegría.



ANA VILLA ZAMORANO (Córdoba, 1998).  2º Bach. D

domingo, 15 de noviembre de 2015

Paul Verlaine


Gustave Moreau, Orphée (1865). Museo d´Orsay, París.


                    III



                            Il pleut doucement sur la ville.
                                                   (Arthur Rimbaud)


Il pleure dans mon cœur
Comme il pleut sur la ville,
Quelle est cette langueur
Qui pénètre mon cœur?

Ô bruit doux de la pluie
Par terre et sur les toits!
Pour un cœur qui s’ennuie,
Ô le chant de la pluie!

Il pleure sans raison
Dans ce cœur qui s’écœure.
Quoi! nulle trahison?
Ce deuil est sans raison.

C’est bien la pire peine
De ne savoir pourquoi,
Sans amour et sans haine,
Mon cœur a tant de peine !





PAUL VERLAINE (1844-1896), De Romances sans paroles (1874).