martes, 15 de diciembre de 2015

Álvaro Arrans Almansa



Noche, no había otra cosa. Demasiado tiempo pasó sobre ese puñado de arena y tierra al que llamaban carretera comarcal. Ella lo sabía. Estaba allí, esperando algo que parecía no llegar, en una lúgubre marquesina.

Tan vieja como la carretera era la bombilla que pendía del techo, que le guiñaba pequeños momentos de oscuridad. Cuando no lo hacía, miraba a la maleta. Su gran maleta, vestida con pegatinas de todos los lugares en los que habían estado.

El silencio era agobiante y sólo se quebraba con el paso de algún vehículo. Los grillos ponían la banda sonora mientras les observaban desde las más recónditas ramas. A ella y a su maleta.

Reinaba una tranquilidad desoladora. No se veían, pero sí se oían los sufrimientos callados, los deseos reprimidos y los pensamientos ocultos de todo el mundo. Todos iban a parar allí, a ese cementerio de sueños donde las heridas no cicatrizaron jamás.


ÁLVARO ARRANS ALMANSA (Córdoba, 1998). 2º Bach. D

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