lunes, 29 de febrero de 2016

Joaquín Sabina


Sabina, por Carlos Dearmas.



Estos días azules, este sol de la infancia


Sesenta y siete tacos el día doce
de febrero cumplí con pocas ganas
de happy birthdays, de velas atroces
pero esa tarde me llamó Susana.
Presidenta le dije, no me tiente,
con medallas impropias de un gualtrapa,
aunque si es de mi tierra y de mi gente
será un honor lucirla en la solapa.
Y eso que en estos tiempos de tribales
identidades anti solidarias
uno acepta encomiendas federales
si no son desiguales y gregarias.
Urge por eso, en tan inciertos días
construir puentes, destruir barreras,
que sea la verdiblanca la bandera
de la cultura, el pan y la alegría.
De Huelva y de Jaén eran mis padres,
mis amigos don nadies sin fronteras,
cuando la última copa me descuadre
regresaré a mi olivo y a mi higuera.
Jaén, Sevilla, Córdoba, Granada,
Málaga, Huelva, Cádiz, Almería,
duendes de la memoria enamorada
mantras del corazón y la utopía.
¡Qué jeta! ¿Predilecto? ¡Qué impostura!
Se burlan los espejos implacables
¿El cantautor o su caricatura?
¿El golfo? ¿El trotamundos inestable?
¿El rojo con abono en la maestranza?
¿El rockero que admira al Agujetas?
¿El ateo que espera a la Esperanza
de Triana soñando una saeta?
¿Qué cantan los poetas andaluces
de ahora? -preguntaba Rafael
Caballero Bonald, perito en luces
de Argónida le puede responder.
Y mi compadre Luis García Montero
y Felipe Benítez que en la Rota
de la OTAN fundó un invernadero
para plantar mis ripios y mis notas.
Y allí paso veranos exquisitos
al amor de la gente que más quiero,
rodeado de hermanos, primas, titos,
un doctor, un borracho, un alfarero.
En ningún otro sitio los gitanos
han echado raíces de Macondo
llenando el alcanfor de mis paisanos
de un milagro llamado cante jondo.
Por no mentar la Alhambra y la Mezquita
de al-Ándalus, bendita morería,
o de las juderías sibaritas
que Isabel y Fernando aborrecían.
Aunque uno es nocherniego y tabernario
también sabe dar pases de castigo
pa ser buen andaluz no es necesario
tocarle tantas palmas al ombligo.
Mejor pasar a limpio los pecados,
los eres, la ignorancia, el desempleo,
Andalucía sabe demasiado
lo ingrato que es bailar con el más feo.
La ilustración brilló cuando las cortes
de Cádiz se metieron en faena,
después un rey felón vendido al norte
puso de moda el vivan las caenas.
Parias hambrientos, pijos de mal vino,
guerras civiles, ninis sin memoria,
no conviene olvidar, por si la historia,
que aquí nacieron Lorca y su asesino.
Primero fueron Úbeda y Granada
las ciudades de mi devocionario,
luego vino Madrid, Londres y cada
Babel que me brindara un escenario.
Y América Latina tan mestiza
que sabe a ron y arcángeles paganos
y esa Habana mulata tan castiza,
tan gaditana dijo Carlos Cano.
Regular, mire usted, tirando a mal
anda nuestra marchita economía
pero en arte, delirios y osadía
no conozco un parnaso tan frutal.
Por eso a los tribunos que gobiernan
hoy les pido, perdónenme que insista,
una patria decente, audaz, moderna
humana, justa, libre y progresista.
Y como no me ponen los sectarios
ni me frenan atávicos prejuicios
soñar un paraíso hospitalario
al sur del sur es ya mi único vicio.
Tuvo que ser el gesto de un paisano,
pongamos que hablo de Alejandro Sanz,
quien detuviera en fa mayor la mano
que maltrataba el morro de una fan.
Porque, aunque soy forofo del Atleti
y admirador de Messi y de Zizou,
entre el merengue y, manque pierda, el Betis
quiero siempre que gane el andaluz.
Marifé, Gala, Góngora, Cernuda,
Morente, Rancapino, Camarón,
Pasión, Emilio Prados, Juan Ramón:
el sabio sabe más cuanto más duda.
Y Bécquer y don Juan, Chávez Nogales,
Javier Ruibal, Paquito de Lucía,
Téllez, Muñoz Molina, los cabales
profetas de la nueva Andalucía.
Y Romero de Torres y Murillo
y Juan Vida, Valdés Leal, Laffón,
y Picasso y Velázquez y Gordillo
yendo del carboncillo a la abstracción.
Y Rilke, Hemingway, Gibson, Brenan
y el orondo Orson Wells, guiris de pro,
que entre la magia, el llanto y la verbena
Blas Infante a su causa convirtió.
Y Pastora Soler y Miguel Ríos
y la ópera bastarda de Bizet
y Carmen, la morena del quejío
que no es la del gabacho Mérimée.
Abrácense por fin las dos Españas,
muera el siniestro guerracivilismo
ni obispos ni trileros sin entrañas
menos tontos por ciento de lo mismo.
En Madrid aprendí cómo reluce
la copla de Chacón tabaco y oro
cuando salen roneando por el foro
del café de la Unión los andaluces.
Permítanme también que cite y loe
aquellos besos en Puente Genil,
el trilingüe legado de Averroes,
las lágrimas de sangre de Boabdil.
Y Aleixandre el gran Nobel generoso,
el hombre más discreto de Sevilla,
que en Wellingtonia tuvo buen reposo
y amores clandestinos de puntillas.
Maestros de fervor republicano,
actores de la mítica Barraca,
doctores que en su exilio americano
ilustraron al negro y al sudaca.
Aquí pintan de añil el universo,
Morante, Caracol, José Mercé,
el nombre de la rosa, prosa y verso,
Altolaguirre, Lola, Raphael.
La impúdica y traviesa chirigota,
John Lennon y la Piaf por bulerías,
el Kichi en carnaval dando la nota,
el verdial tan rural de la Ajarquía.
Con lo que va apreciándose y creciendo
por todo el ancho mundo el español
¿qué coño hace ese shosho malvendiendo
su inglés barato por eurovisión?
Querido no te pongas estupendo
me dijo anoche un cierto don latino
de Hispalis, sigue andando y escribiendo
pero en román vulgar y paladino.
Cuidando mi mala salud de hierro
hurgando en pecadillos veniales,
con seis gatos en torno y ningún perro
que ladre en mis futuros funerales.
La España de charanga y pandereta
no es el sur luminoso que prefiero,
mientras el jornalero y el paleta,
blasfemen contra el dios de los banqueros.
Pero es verdad que el ciclo de la luz,
el pescaíto, el mar, el vino, el clima
convierten en fanático andaluz
al que a su gente singular se arrima.
Estos días azules y este sol
de la infancia en un patio de Sevilla
velaron al poeta en la pensión
de Colliure con flores amarillas.
Dos versos, un cuaderno, un sacramento
póstumo del mejor de los Machado
que nos dejó de noble testamento
su cómo ser un andaluz honrado.

Contra el pacto del sable y la casulla
mi diosa es la razón que no se vende
esta medalla al mérito es más suya
que de quien de su ejemplo tanto aprende.
Alérgico a sermones y laureles,
hoy, lejos de calle melancolía,
pongo mi tinta, cantos y pinceles,
al servicio de nuestra Andalucía.
Bendito veintiocho de febrero
lo dice un hijo pródigo que sabe
que aquí no sobra nadie, compañeros,
que todo el mundo en esta tierra cabe.
Andaluz y español, más europeo
que el virus que nos quiere separar,
por sí dice ese himno en el que creo
y por el mundo, y por la humanidad.



JOAQUÍN SABINA  (Úbeda, Jaén, 1949)


lunes, 22 de febrero de 2016

Miguel de Cervantes

Portada de Don Quijote, segunda parte, edición de Bruselas, 1616.



CAPÍTULO PRIMERO 

De lo que el cura y el barbero pasaron con don Quijote cerca de su enfermedad 


Cuenta Cide Hamete Benengeli en la segunda parte desta historia y tercera salida de don Quijote que el cura y el barbero se estuvieron casi un mes sin verle, por no renovarle y traerle a la memoria las cosas pasadas, pero no por esto dejaron de visitar a su sobrina y a su ama, encargándolas tuviesen cuenta con regalarle, dándole a comer cosas confortativas y apropiadas para el corazón y el celebro, de donde procedía, según buen discurso, toda su mala ventura. Las cuales dijeron que así lo hacían y lo harían con la voluntad y cuidado posible, porque echaban de ver que su señor por momentos iba dando muestras de estar en su entero juicio. De lo cual recibieron los dos gran contento, por parecerles que habían acertado en haberle traído encantado en el carro de los bueyes, como se contó en la primera parte desta tan grande como puntual historia, en su último capítulo; y, así, determinaron de visitarle y hacer esperiencia de su mejoría, aunque tenían casi por imposible que la tuviese, y acordaron de no tocarle en ningún punto de la andante caballería, por no ponerse a peligro de descoser los de la herida, que tan tiernos estaban.

Visitáronle, en fin, y halláronle sentado en la cama, vestida una almilla de bayeta verde, con un bonete colorado toledano; y estaba tan seco y amojamado, que no parecía sino hecho de carne momia. Fueron dél muy bien recebidos, preguntáronle por su salud y él dio cuenta de sí y de ella con mucho juicio y con muy elegantes palabras. Y en el discurso de su plática vinieron a tratar en esto que llaman «razón de estado» y modos de gobierno, enmendando este abuso y condenando aquel, reformando una costumbre y desterrando otra, haciéndose cada uno de los tres un nuevo legislador, un Licurgo moderno o un Solón flamante, y de tal manera renovaron la república, que no pareció sino que la habían puesto en una fragua y sacado otra de la que pusieron; y habló don Quijote con tanta discreción en todas las materias que se tocaron, que los dos esaminadores creyeron indubitadamente que estaba del todo bueno y en su entero juicio.

Halláronse presentes a la plática la sobrina y ama, y no se hartaban de dar gracias a Dios de ver a su señor con tan buen entendimiento; pero el cura, mudando el propósito primero, que era de no tocarle en cosa de caballerías, quiso hacer de todo en todo esperiencia si la sanidad de don Quijote era falsa o verdadera, y así, de lance en lance, vino a contar algunas nuevas que habían venido de la corte, y, entre otras, dijo que se tenía por cierto que el Turco bajaba con una poderosa armada, y que no se sabía su designio ni adónde había de descargar tan gran nublado, y con este temor, con que casi cada año nos toca arma, estaba puesta en ella toda la cristiandad y Su Majestad había hecho proveer las costas de Nápoles y Sicilia y la isla de Malta. A esto respondió don Quijote:

—Su Majestad ha hecho como prudentísimo guerrero en proveer sus estados con tiempo, porque no le halle desapercebido el enemigo; pero si se tomara mi consejo, aconsejárale yo que usara de una prevención de la cual Su Majestad, la hora de agora, debe estar muy ajeno de pensar en ella.

Apenas oyó esto el cura, cuando dijo entre sí: «¡Dios te tenga de su mano, pobre don Quijote, que me parece que te despeñas de la alta cumbre de tu locura hasta el profundo abismo de tu simplicidad!». 

Mas el barbero, que ya había dado en el mesmo pensamiento que el cura, preguntó a don Quijote cuál era la advertencia de la prevención que decía era bien se hiciese: quizá podría ser tal, que se pusiese en la lista de los muchos advertimientos impertinentes que se suelen dar a los príncipes.

—El mío, señor rapador —dijo don Quijote—, no será impertinente, sino perteneciente.

—No lo digo por tanto —replicó el barbero—, sino porque tiene mostrado la esperiencia que todos o los más arbitrios que se dan a Su Majestad o son imposibles o disparatados o en daño del rey o del reino. 

—Pues el mío —respondió don Quijote— ni es imposible ni disparatado, sino el más fácil, el más justo y el más mañero y breve que puede caber en pensamiento de arbitrante alguno.

—Ya tarda en decirle vuestra merced, señor don Quijote —dijo el cura.

—No querría —dijo don Quijote— que le dijese yo aquí agora y amaneciese mañana en los oídos de los señores consejeros, y se llevase otro las gracias y el premio de mi trabajo.

—Por mí —dijo el barbero—, doy la palabra, para aquí y para delante de Dios, de no decir lo que vuestra merced dijere a rey ni a roque, ni a hombre terrenal, juramento que aprendí del romance del cura que en el prefacio avisó al rey del ladrón que le había robado las cien doblas y la su mula la andariega.

—No sé historias —dijo don Quijote—, pero sé que es bueno ese juramento, en fee de que sé que es hombre de bien el señor barbero.

—Cuando no lo fuera —dijo el cura—, yo le abono y salgo por él, que en este caso no hablará más que un mudo, so pena de pagar lo juzgado y sentenciado.

—Y a vuestra merced, ¿quién le fía, señor cura? —dijo don Quijote.

—Mi profesión —respondió el cura—, que es de guardar secreto.



MIGUEL DE CERVANTES (1547-1616). De El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (1615) , segunda parte.

miércoles, 17 de febrero de 2016

Antonio Machado

Machado, por Damián Flores Ramos


   LA SAETA
              ¿Quién me presta una escalera
      para subirme al madero,
    para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno?
                            Saeta popular


¡Oh la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos
siempre por desenclavar!

¡Cantar del pueblo andaluz
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz!

¡Cantar de la tierra mía,
que echa flores
al Jesús de la agonía,
y es la fe de mis mayores!

¡Oh, no eres tú mi cantar!
¡No puedo cantar, ni quiero,
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en el mar!





ANTONIO MACHADO (Sevilla, 1875- Colliure, 1939). 

De Campos de Castilla, 1912.


miércoles, 3 de febrero de 2016

Carlos Salem




PASAJERO

Lo bueno es que puede ocurrirme la nostalgia, el amor, las despedidas, la muerte o tú. También la gripe. Pero esta noche, prefiero tú.

Lo malo es que puede sucederme la apatía, el olvido, las rutinas, la nada o tú. También la vida. Pero esta noche prefiero tú.

Lo raro es que pueden matarme la tristeza, el deseo, las derrotas, la gloria o tú.
También la distancia.
Pero esta noche, prefiero que me vivas tú.


CARLOS SALEM (Buenos Aires, 1959).

De #Follamantes, Fridaediciones.com, 2015.