martes, 24 de enero de 2017

Pedro Garfias

Mujer desnuda leyendo, de Robert Delaunay




Soledad



Bullía en su copa la noche, burbujeada de luceros. Lentos gritos
perdidos la recorrían, palpando aquí y allá las sombras, hasta hallar
una, profunda y tierna, donde cobijarse. Sabiamente, el viento pulsaba
las calles, tensa y vivas. A lo lejos, sobre el horizonte, glogloteaba el
día, como un agua presa.


PEDRO GARFIAS (1901-1967)




Pedro Garfias fue un poeta ultraísta, la primera vanguardia española. Nacido en Salamanca en 1901, firmó el manifiesto ultraísta en 1919 y fundó con Chabás y Rivas Panedas la revista Horizonte. En los años treinta ingresó en las filas del Partido Comunista de España y durante la Guerra Civil fue uno de los poetas más activos del bando republicano. Se exilió a Reino Unido primero y luego a México, donde falleció en 1967. Algunos de sus poemas han sido incluidos en el libro Las cosas se han roto. Antología de la poesía ultraísta, en edición de Juan Manuel Bonet. El volumen incluye poemas de sesenta escritores que van desde Ramón M.ª del Valle-Inclán a Jorge Luis Borges o Vicente Huidobro, el primer poeta latinoamericano que se adscribe a las vanguardias.

viernes, 20 de enero de 2017

Luis Cernuda


Joven de verde, por Tamara Lempicka



Si el hombre pudiera decir


Si el hombre pudiera decir lo que ama,
Si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
Como una nube en la luz;
Si como muros que se derrumban,
Para saludar la verdad erguida en medio,
Pudiera derrumbar su cuerpo, dejando sólo la verdad de su amor,
La verdad de sí mismo,
Que no se llama gloria, fortuna o ambición,
Sino amor o deseo,
Yo sería aquel que imaginaba;
Aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
Proclama ante los hombres la verdad ignorada,
La verdad de su amor verdadero.
Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
Cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío ;
Alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina ,
Por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
Y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
Como leños perdidos que el mar anega o levanta
Libremente, con la libertad del amor,
La única libertad que me exalta,
La única libertad porque muero.
Tú justificas mi existencia:
Si no te conozco, no he vivido
Si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.


LUIS CERNUDA (1902-1963). De ''Los placeres prohibidos'' (1931).