lunes, 29 de enero de 2018

Julia Uceda

La dama extraña

                        Para Alfonso Jiménez, in memoriam. 

En la ciudad donde la lluvia 
es una dama extraña 
que viniera de paso y sin propósito, 
me dijo, después de larga ausencia: “Yo no entiendo 
tus poemas, ahora”. El quería 
decir. “Se me escapó tu vida 
y ya no sé quién eres: sólo a quién me recuerdas.” 
¿Sabía quién él era, me pregunto yo, ahora, que tampoco 
lo conocí aunque nada enmascarar sabía? 

La dama extraña había realizado su trabajo 
demoledor en los que a ella se acogieron. 
Su hermosa luz, su equívoca alegría, 
la fresca sombra, el homenaje de los siglos, 
que la aturdían como un vino, el orgullo 
feroz de ser quien soy recreada en sus blondas, 
y la humildad de los fantasmas a quienes ella 
arrodillaba, en aquel tiempo. 

Los que nunca aceptaron, 
en aquel tiempo, 
la reducción a la ceniza, al lienzo oscuro 
en el destello de sus ojos ciegos, no bastaron 
para impedir que con su dedo 
no borrase todo fulgor; para impedir que no arañase, 
hasta el harapo, la fuente de preguntas de cal viva, 
el miedo de cal viva y de cemento. 

A todos los recuerdo, agrupados y jóvenes, 
ignorando los brazos de esa dama, lenguas de sombra, 
que ya hacia ellos se tendían. 
El grupo muestra ahora las imperfecciones de la felicidad, 
las arbitrariedades y desmanes de los días, 
su sorteo de muertes y de números 
trucados; ellos serían 
los agraciados con el signo 
de una generación desperdiciada 
en pueblos sin futuro, en futuro sin pueblo, 
que verdaderamente ama lo que nunca 
ha de ser desamado. 
Y han muerto, de otro modo, 
los que saben y viven. Como aquellos 
a cuyas dudas no podremos 
ya nunca responder porque sus dados, 
rodando en desventaja, 
nunca habrían podido superar 
al juego sucio de la vieja dama.

Julia Uceda, profesora y poeta galardonada con el Premio Nacional de Poesía 2003 por "En el viento, hacia el mar". Ha sido nombrada hija adoptiva de la ciudad de Ferrol e hija predilecta de Andalucía en 2005. Su poemario Hablando con un haya, editado en 2010, ha sido objeto de elogios por la crítica hispana.

lunes, 22 de enero de 2018

Primero de Enero

Octavio Paz.

Las puertas del año se abren,
como las del lenguaje,
hacia lo desconocido.
Anoche me dijiste:
mañana
habrá que trazar unos signos,
dibujar un paisaje, tejer una trama
sobre la doble página
del papel y del día.
Mañana habrá que inventar,
de nuevo,
la realidad de este mundo.
Ya tarde abrí los ojos.
Por el segundo de un segundo
sentí lo que el azteca,
acechando
desde el peñón del promontorio,
por las rendijas de los horizontes,
el incierto regreso del tiempo.
No, el año había regresado.
Llenaba todo el cuarto
y casi lo palpaban mis miradas.
El tiempo, sin nuestra ayuda,
había puesto,
en un orden idéntico al de ayer,
casas en la calle vacía,
nieve sobre las casas,
silencio sobre la nieve.
Tú estabas a mi lado,
aún dormida.
El día te había inventado
pero tú no aceptabas todavía
tu invención en este día.
Quizá tampoco la mía.
Tú estabas en otro día.
Estabas a mi lado
y yo te veía, como nieve,
dormida entre las apariencias.
El tiempo sin nuestra ayuda,
inventa casas, calles, árboles,
mujeres dormidas.
Cuando abras los ojos
caminaremos, de nuevo,
entre las horas y sus invenciones
y al demorarnos en las apariencias
daremos fe del tiempo y sus conjugaciones.
Abriremos las puertas de este día,
entraremos en lo desconocido.
Octavio Irineo Paz Lozano​ (Ciudad de México31 de marzo de 1914-Ib.19 de abril de 1998) fue un poetaensayista y diplomático mexicanopremio nobel de literatura en 1990. Se le considera uno de los más influyentes escritores del siglo XX y uno de los grandes poetas hispanos de todos los tiempos.

lunes, 15 de enero de 2018

Pablo García Baena. DEP.

Antología de textos
(1948- 2009)

Tentación en el aire

Sabía que vendrías a hablarme
y no te huía,
demonio, ángel mío, tentación en el aire.
Sabía que tus ojos ahogarían mis ojos
cansados ya de largos horizontes de hastío
y de copiar tranquilos paisajes de remanso.
Antes de verte, lejos, te adiviné en mi alma,
como algún fauno joven que con flauta báquica
avivara en mi carne
un fuego leve, quieto,
amenazado casi de apagarse algún día,
rodeado de hielos, engaños de mí mismo.
Al escuchar mi oído la brisa de tus voces,
ángel mío, demonio, tentación en el aire,
aquel día que el cielo brillaba y era agosto
sentí en mi alma un roce de blandas plumas blancas
como si frescas alas me nacieran de pronto,
y mi ser se llenara de pájaros cantores.

En silencio, callado, yo te entregué mi alma,
aquella que había sido espada victoriosa,
que había decapitado todas las tentaciones
a ti, mi ángel malo, te la entregué sin lucha,
y tú con tu sonrisa, ¡oh tu risa que hiere!
arrancaste de mí los altivos laureles
y casi sin mirarlos, despreciaste a aquel
que alargando la mano te los daba vencidos..

Por seguir tus caminos
dejé en un lado a Cristo,
tentación en el aire, ángel mío, demonio:
deserté de las blancas banderas del ensueño
para seguir, descalzo, tus huellas que manchaban.
Abandoné los quietos pensativos cipreses
levantados al cielo, místicos del paisaje,
para pisar el polvo y las ruines hierbas
que ocultan con sus verdes el agua cenagosa.
Robaste de mi cielo las piadosas estrellas,
aquellas  que eran tenue revuelo de cristales
caído del regazo virginal de la tarde,
y sólo me dejaste a la impúdica Venus,
brillante de lujuria, y al ciego Amor,
el falso, el inconstante, el loco,
el que adorna su frente, no con la eterna yedra
sino con la guirnalda de los mirtos lascivos
y las rosas de un día;
aquel que con sus risas ha trastornado al mundo
sin ver nunca si el dardo que alegremente arroja
hiere sólo la carne o llega al hondo espíritu
hasta hundirlo en la muerte o la locura acaso.

Quisiera ser la rota columna decadente,
aquel ángel mancebo perfecto entre sus bucles,
o mejor, el Apolo que ayer recibió culto
y que hoy sepultado bajo la tierra espera
el día de volver a las nubes olímpicas,
mientras que las raíces se enroscan a su cuerpo
—a la gracia del niño tan sólo comparable
y a las sencillas flores de los valles idílicos—
como viejas y oscuras serpientes milenarias.
Todo lo que a tu alma, tentación en el aire,
demonio, ángel mío, arranca de su frío
quisiera ser, y humilde ofrecértelo todo,
para que ya pasado un momento de fuego
me despreciara más tu cruda indiferencia;
pero en ti hay algo que es mío y no lo sabes,
algo que entró de mí a pesar de ti mismo,
y es esa indiferencia que te hiela los labios
a la que yo amo más que a la amable sonrisa
que no pasa del rostro.
¿Qué sabes tú de esto, ángel mío,
demonio, tentación del aire? Del helado placer
de sentir el desprecio, y del llorar alegre,
¿Qué sabes tú, qué sabes?

Aunque me hayas quitado a Cristo, el que perdona,
el comprensivo, el dulce, el manso Jesucristo,
un día volveré al alba, ya cansado,
con mis descalzos pies sangrantes de la senda
y lloraré las lágrimas, las que tú no ves nunca,
hasta borrar el último recuerdo del pecado.




Pablo García Baena ha fallecido hoy. DEP.
Estudió Bellas Artes. En 1947  fundó, junto a Ricardo Molina, Juan Bernier y Julio Aumente, la revista «Cántico», punto de encuentro de un grupo de escritores andaluces que reivindicaba una mayor exigencia estética y enlazaba con la poesía del 27.
Su obra, antes casi olvidada, fue rescatada por un grupo de poetas de la promoción del 70. Se destacan los títulos "Rumor oculto" 1946, "Mientras cantan los pájaros" 1948, "Antiguo muchacho" 1950, "Junio" 1957, "Prehistoria" 1994, "Poniente" 1995,  "En la quietud del tiempo" en 2002 y "Los Campos Elíseos" en 2006.  En prosa, ha escrito, entre otras, "Lectivo" 1983, "El retablo de las cofradías" 1985 y "Zahorí Picasso" 1999.
Fue premio Príncipe de Asturias en 1984, Medallas de Oro de la Ciudad  de Córdoba en el mismo año y de la Provincia de Málaga, veinte años más tarde,  en 2004". Hijo Predilecto de Andalucía en 1988. Premio Andalucía de las Letras en 1992 y la XVII edición del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2008.    
 

lunes, 8 de enero de 2018

Gioconda Belli

IES BLAS INFANTE.
*Dedicado a nuestras compañeras Fina y Loles especialmente. A todas. 
Y Dios me hizo mujer
Y Dios me hizo mujer,
de pelo largo,
ojos,
nariz y boca de mujer.
Con curvas
y pliegues
y suaves hondonadas
y me cavó por dentro,
me hizo un taller de seres humanos.
Tejió delicadamente mis nervios
y balanceó con cuidado
el número de mis hormonas.
-
Compuso mi sangre
y me inyectó con ella
para que irrigara
codo mi cuerpo;
nacieron así las ideas,
los sueños,
el instinto.
-
Todo lo que creó suavemente
a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días
por las que me levanto orgullosa
todas las mañanas
y bendigo mi sexo
Gioconda Belli (Managua9 de diciembre de 1948) es una poetanovelista y activista nicaragüense. Su obra literaria se caracteriza por su compromiso político y por rescatar y ahondar en el universo femenino, reivindicando el papel de las mujeres en la sociedad y en la construcción de la cultura.